Anoche me dice mi Retoñor:
“Maaa, no te levantes mañana a prepararme el desayuno que le pedí plata al Abuelo y voy a desayunar en la escuela.”
¡Qué bueno! – pensé - un rato más para dormir…
Pero debo confesar que si bien soy una ingánica sin retorno , cuando se trata de mi hijo por más ingánica que esté - aún teniendo la anuencia de mi hijo para que no me levante -, es más fuerte que yo y me tengo que levantar si o si aunque sea para acompañarlo. Únicamente no me levanto cuando estoy enferma por razones obvias, en estado enfermizo mi cuerpo manda. ¡Juas!
Así que anoche me acosté “relativamente” temprano y puse igual el despertador… 10’ más tarde, pero lo puse. (Cabe aclarar que aunque me acueste a las 4 de la mañana, igual me levanto a las 6:50 am. Por mi hijo lo hago sin dudarlo).
7 am suena despertador. Lo apagué. Me desperecé para sacarme la fiaca y la #inganitud. Me vestí. Fui a despedir a mi hijo como todas las mañanas a la puerta de calle. Cuando entré se me da por mirarme al espejo (tengo un espejo gigante en un mueble que separa el living de la cocina y todo el mundo se asusta porque cree que el living mide como 10 metros de largo, juas!).
Y no, no voy a poner una foto mía acá de la imagen que me devolvía el espejo maldito, ¡ajajajaa! , pero busqué en mis archivos algo parecido y encontré una imagen que lo resume todo.
Digamos que así me levanté y así sigo, no puedo recuperarme de mi estado ingánico y fiaquento :
jajajajajajajajajaja no podes!!!!!! jajajajajajaj
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