Siempre…

Imagen de “No todo es lo que parece”. Facebook.

 

Casi todos tenemos un momento en nuestra vida en que nos pasa algo y no sabemos para qué lado agarrar, como actuar, o qué hacer.

En mi caso fue el 31 de diciembre del ‘98. Mi vida cambió en “un vuelco” cuando tuve el accidente. ¡Y cómo me la cambió!

Por suerte no me acuerdo del accidente en sí. Solo sé que me desperté unas horas después llena de tubos que no me dejaban hablar y tutores de hierro en varias partes del cuerpo, pero a los pocos minutos volví a caer en un estado de semi - inconciencia. Tardé más de una semana en darme cuenta que algo me había pasado y recién ahí - a pesar de que estaba media perdida - comprendí que lo que me había sucedido era grave (aunque por la cara de los médicos de Terapia Intensiva podía interpretar que era MUY grave), y entonces empecé a ver para qué lado iba a agarrar, como iba a actuar y qué iba a hacer.

No fue fácil.

Los primeros 2 meses fueron los peores porque según los médicos en cualquier momento me les iba a morir. (Divinos los galenos) Aparte, según ellos, las estadísticas lo aseguraban y encima estaban en mi contra. Obvio que no les di el gusto, ni a los médicos ni a las estadísticas ¡ajaja!

Pero bueno, haciéndola corta  (y si por más que el público se renueva, tampoco da para andar contando toooodo otra vez. Es más pueden empezar a leer desde el principio mi blog y enterarse, je je ), sobreviví. No solo no les di el gusto a los médicos ni a las estadísticas, sino que sobreviví al accidente gracias que tenía una razón para vivir – mi Retoñor -, gracias a esos médicos incrédulos y gracias a mi fuerza de voluntad .

Así que cuando leí la frase de la imagen del principio, me sentí muy identificada…

“Siempre serás más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas.”

Definitivamente con el accidente me pasó todo eso.  

A ver, empecemos:

Más valiente de lo que crees… Tuve 21 cirugías. Más de 15 con anestesia total y con la aclaración de los médicos de que capaz que no sobrevivía. Si, en cada cirugía me decían lo mismo. Obvio que tuve miedo de morirme y dejar a mi retoño - el viento bajo mis alas - solito, pero por él asumía el riesgo de seguir operándome para que fueran “arreglándome” y dejándome lo más funcional posible para poder seguir disfrutando de mi hijo, para poder verlo crecer, para verlo convertirse en el maravilloso ser que ilumina mis días a pesar de que estoy en silla de ruedas.

Más fuerte de lo que pareces… Todos pensaban que no iba a sobrevivir. Tuve tantas infecciones y complicaciones después del accidente y de varias cirugías, que eso hacía que me deprimiera y hasta que llegara a pensar en darme por vencida. Pero NO. Seguía adelante por mi hijo y por mí. No se imaginan los dolores físicos y espirituales (por decirlo de alguna forma) que padecí, el desánimo que sufrí, las ganas de morirme que tuve al principio cuando estuve en terapia intensiva ya que los dolores eran insoportables. Pero bueno, acá estoy.

Más inteligente de lo que piensas… El quedar en una silla de ruedas a los 30 años con un retoñito de casi 3, prueba la inteligencia de cualquiera. No podía hacer muchas cosas pero me las ingeniaba. Mi hijo siempre que me dijo “mami vení, ayudame” ahí estaba yo, dándome maña para hacerle ver que la silla de ruedas no era un impedimento para lograr lo que me pedía. Y si se convertía en un “obstáculo”, también me daba maña para pensar cómo hacer para solucionar el dilema. Y no solo con la crianza de mi hijo, sino con las tareas de la casa, con el hecho de tener que subir a un auto, a la cama, o hacer cosas “normales”. En definitiva pude comprobar lo que decía mi Madre: la necesidad tiene cara de hereje.  

La inteligencia es saber adaptarse a las circunstancias. Así que yo soy muy inteligente entonces. Ah, y humilde, por supuesto… ¡Ajajaja!

“Siempre serás más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas.”

Totalmente de acuerdo.